Sal de casa y echa a andar. Estás fuera de refugio, y hay ruido y gente. O nadie. Es la intemperie, en la que nada parece protegernos. Escucha y lee atentamente…

 

 

Lo primero de todo fue la Luz, lo primero de todo fue la Luz, lo primero de todo, lo primero de todo fue la Luz... Luego vino la espuma, luego vino la luna, luego vino el azul. Luego vino la vida, luego nació una espiga, luego viniste tú.

A la intemperie, a la intemperie, a la intemperie.

 

Lo primero de mi historia fue el Amor, lo primero de mi historia fue el Amor, lo primero de mi historia, lo que hizo girar la noria fue el Amor... Luego vino el ser Hombre, luego vino el dar nombre a la lluvia, a la flor. Luego vino un te quiero, luego nació el deseo, luego alguna canción.

Bajo ese cielo estrellado nos dimos la mano y echamos a andar. Sin preocuparnos las metas, sin buscar cobijo, sin miedo a quedar...

A la intemperie, a la intemperie, a la intemperie.

 

Y en mitad de la vida, tú y yo, en mitad de la vida, tú y yo, en mitad de la vida, con las manos vacías, tú y yo. Apurando el camino, compartiendo el destino, aprendiendo a ser dos. Con los cinco sentidos, escuchando el latido de cada corazón.

 

¿Dónde estoy al acabar la canción? ¿Qué veo? ¿Cuál es “mi intemperie”?

 

¿En qué momentos me siento “a la intemperie”, desprotegido, al aire de lo que llegue? ¿Y cómo me hace sentir?

 

Podemos imaginar el sentimiento de intemperie la noche del jueves, el viernes. El sentimiento de Jesús en la cruz (gritado como un salmo). La intemperie de aquel sábado para lxs discípulxs… Vivimos a la intemperie…